La penúltima oportunidad

El excéntrico

Javi, se pasaba el día hablando solo. El decía que lo hacía con su novia Lucinda, a la que nadie podía ver. A sus veintidós años, todo el mundo pensaba que estaba loco. Todo el mundo creía que Javi era, además de un excéntrico por su forma de vestir, alguien al que le faltaba un tornillo.

Rubén, el hijo del terrateniente del pueblo, llevaba una correa que arrastraba por el suelo. El decía que llevaba a pasear a su perro. Y aunque nadie veía al animal, no se atrevían a decirle nada. Incluso, la mayor parte de los vecinos le seguían el juego y saludaban a su perro como si de verdad fuera al final del collar que arrastraba por el suelo.

Javi, llevaba un extraño aparato en la oreja. Sus vecinos pensaban que era una más de las excéntricas cosas que Javi llevaba puestas. Una pulsera sin manillas, que Javi decía que era un reloj, una camisa de un color azul metálico de la que resbalaba cualquier líquido que le cayera y unas zapatillas que, según Javi, le decían por dónde debía ir, eran también parte de su vestuario.

En el pueblo, nunca habían visto un móvil, no llegaba la televisión y por supuesto ni sabían lo que era un Iphone, ni mucho menos un Apple Watch.

En el pueblo, Javi era un extraño loco y peligroso que decía y hacía cosas extrañas e imposibles.

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Cuando empezamos el 15 de mayo de 2011, muchos pensaron que éramos unos peligrosos delincuentes que queríamos acabar con lo establecido. Los que nos presentamos a manifestarnos en Cibeles, teníamos sobre todo ganas de cambiar el mundo. Ganas de decirle a los poderosos que se estaba acabando el tiempo en el que podían arruinar la vida a las personas sólo por más poder y dinero, y ganas de un mundo donde la justicia social fuera el principal leitmotiv de un nuevo modelo social, político y económico. Entonces, con Zapatero y el PSOE en el gobierno, nos acusaron de estar manejados por el PP. Más tarde llegaron las asambleas de los barrios, movimientos como “Rodea el Congreso”, las marchas por la dignidad y otros tantos cuyo fin era cambiar este modelo político que manejan unos pocos y que nos ha llevado, de nuevo, al siglo XIX.

Cuando surgió Podemos, aprovechando la experiencia y militantes del 15-M, se rieron de nosotros. Cuando PODEMOS obtuvo más de un millón de votos en las europeas, empezaron a tomarse en serio la formación y cuando las encuestas empezaron a desbancar al PSOE, empezaron a preocuparse. Fue el principio de la guerra sucia. Una guerra, que muchos ya pronosticábamos que iba a suceder.

Con los medios que tienen (todos) lo están haciendo también que hasta yo mismo he tenido dudas. Pero incluso aunque PODEMOS fuera un fraude, necesitamos romper esta dinámica. Necesitamos dar la oportunidad de que el miedo cambie de bando. Muchas veces me he preguntado porque, por ejemplo, la SER está descalificando todos los días al gobierno de Carmena. Es evidente. Lo que está pasando en Madrid, Barcelona, Valencia, Santiago, La Coruña, o en los parlamentos autonómicos tiene mucha importancia porque hace que la gente vea que el cambio es posible y que se puede sacar a la luz el latrocinio sistemático al que estamos siendo sometidos. Las auditorías a las deudas de Madrid o al accidente del metro en Valencia o a los casos de corrupción, pueden sacar a la luz lo que la mayor parte de nosotros sabemos y no podemos demostrar.

El miedo ya ha empezado a cambiar y por eso están blindando su futuro. Saben que es más que probable que nadie, a partir del 20 de diciembre, obtenga una mayoría suficiente como para derogar toda la mierda que este partido de bandidos nos ha echado encima. No será posible derogar la ley Mordaza sin mayoría suficiente. No será posible derogar la reforma laboral, y no será posible ni siquiera derogar la LOMCE o la ley de enjuiciamiento criminal con la que, los bandidos, se están dando inmunidad total.

Cualquier cosa que no les convenga, es tachada de peligrosa y antisistema. Desde acudir a la puerta del juzgado a protestar por un juicio político, hasta manifestarse o intentar que los trabajadores hagan huelga.

Y no se a que coño tenemos miedo. Nada puede ser peor que pasar hambre, tener que buscar comida en los cubos de basura, no poder pagar el recibo de la luz, saber que te roban todos los meses en el recibo, dónde gastas 10 euros de electricidad y te cobran 60, no poder calentarte en invierno o no tener que dar de comer a tus hijos.

Se están empeñando en que ese falaz mensaje de la recuperación cale entre el pueblo. Y sólo hay que mirar a tu alrededor para saber que no es verdad. Los salarios han caído considerablemente. Sobre todo en los nuevos trabajos. Hoy es normal trabajar por 700 míseros euros al mes teniendo que hacer jornadas de 12 horas. Es muy frecuente que te contraten de becario sin sueldo. O que te ofrezcan trabajar a prueba durante días sin contrato. Hoy, para ser indigente, no es necesario no tener trabajo.

Mientras, nuestros gobernantes y opositores disfrutan de dietas por vivienda, a pesar de tener casa en Madrid, de viajes en primera clase que pagamos todos, de tarjetas black, de cientos de puestos de trabajo para sus amigos, familiares y congéneres. De un móvil de última generación, de una tablet y de un ordenador pagado con dinero público y que si pierden no tienen que justificar.

Eso si, siguen usando el terrorismo, el separatismo y sursuncorda para rascar votos entre la ignorancia de la gente.

Comer y poder vivir debería ser lo más importante. Y no un trapo, un himno o un sufrimiento que a unos les ciega y a otros les sirve para forrarse mientras nos quitan el pan y la vida.

Empecemos a despertar. Empecemos a votar con rigor y conciencia.

Nos gobiernan antisistema. Ellos son los peligrosos. Ellos ya sabemos lo que son. Los otros, deberían tener una oportunidad. Cuando los medios apuestan por un nuevo partido y hacen lo posible por echar toda la mierda posible sobre otro, es evidente que los de las flores, los naranjas, sólo son más de lo mismo. Mismo perro y mismo collar teñido.

7 comentarios en “La penúltima oportunidad

  1. Pingback: La penúltima oportunidad | La Tronera de...
  2. Buen título para tu artículo, Cele. Y muy elocuente también la metáfora de Javi y Rubén…
    ¿Cómo no empatizar con el contenido del mismo? ¿Cómo no participar de ese halo de desánimo que -lo queramos reconocer o no- nos envuelve últimamente?

    Genial el artículo de @PLAngosto que enlaza más arriba ELEMIGRANTE, y que con exquisita prosa compendia el lodazal reciente del que venimos (como tantas otras buenas plumas) para, finalmente, recargarnos de ánimo. Tal y como haces tú, Cele.

    Los medios que tienen son poderosos. Y los usan sin ningún pudor. Y hasta los más avisados del cómo suceden las cosas podemos caer en las redes manipuladoras.

    Independientemente de lo mejor o peor que se hagan las cosas en Podemos, si no existiera… habría que inventarlo.

    Recordemos nuevamente Tierra de ratones:

    Salud y entendederas.

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