¿Ha visto usted al Caudillo? Perdone pero yo no le conozco así que será Don Claudio.
¡Que bonita la amanita!
-tututu… tututu… tutututu…
Sacó la mano derecha de entre las sábanas y apagó el despertador. Para un día que podía quedarse acurrucadita entre las calentitas sábanas se le había ocurrido el día anterior ir a buscar setas.
Manuela nunca había ido a buscar setas. Ella era más de champiñón del Super o de setas de la frutería. Pero un día había encontrado unos boletus a buen precio, de una pinta extraordinaria y eso fue su perdición. Buscó una receta en la tablet, picó cebollita y ajo, los rehogó, añadió un poquito de coñac, dejó que se evaporara, incorporó los boletus, limpitos y troceados, les dio unas vueltas, añadió un cacito de caldo que tenía en la cazuela, dejó cocinar 5 minutos y ¡oye!, ¡manjar de dioses!
Los boletus estaban caros y en un programa de la tele, decía que eran fáciles de conseguir en bosques mediterráneos. Así que, tras un miércoles y un jueves de temperatura amable pero lluviosos, el viernes había salido el sol y para ese sábado daban buena temperatura, hizo propósito de madrugar e ir a la aventura.
Manuela, se montó en el coche y acompañada por una navajilla afilada y una cesta de mimbre compradas para la ocasión (lo había visto en la tele que es así como cogerlas porque las esporas caen por entre los mimbres y vas sembrando por el campo), emprendió el viaje de tres cuartos de hora que la separaban del campo más “salvaje”.
Una vez allí, se dio cuenta que la cosa no era tan fácil como decía la televisión. Los boletus no nacen con etiqueta y en el campo crecen infinidad de variantes desconocidas e incluso peligrosas. Así que, Manuela hizo uso de su archivo memorial e intentó buscar algún espécimen parecido a los que había cocinado o a los champiñones o setas de cultivo que compraba. Anduvo bastante por entre praderas y arroyos sin encontrar ni una sola seta parecida al manjar buscado. A la derecha, el camino se abría y llevaba a un bosque de robles y pinos. Ella creía que las setas salen en las praderas. Eso es lo que le había oído a su abuelo cuando era pequeña, pero como no había encontrado nada y el sol ya despuntaba y empezaba a picar, decidió meterse en entre los árboles. ¡Bingo! Nada más entrar, vio unos cuantos ejemplares que se parecían bastante a lo que estaba buscando. A la izquierda, entre cardos y ramas secas, apuntaba un ejemplar con paraguas marrón, feo, lleno de tierra y de maleza. Un poquito más hacia la derecha había una seta preciosa de color anaranjado y una especie de puntitos o lunares blancos. Brillaba mucho y era una seta preciosa. Un poquito más a la derecha había otras tres o cuatro cuyo sombrero era de color ceniza y un precioso tronco de color rojizo anaranjado.
Manuela abrió la navajuela y empezó a cortar con cuidado de no arrancar el cepellón (como había visto en la televisión) y fue poco a poco metiendo en la cesta las dos setas de lunares, las tres de tronco anaranjado y el feo del sombrero marrón y la tierra.
Camino del coche, se encontró con un paisano de los de boina calada hasta las cejas, pantalón de pana raído, faja enroscada en la panza y botas de zapatero artesano.
-
Perdone señor, le dijo Manuela. ¿Usted, conoce las setas?
-
Quiá, señora. Yo le puedo decir las que yo me comería y las que no.
-
¿Podría echarme un vistazo a las que llevo en la cesta?
El anciano, metió la nariz en la cesta y empezó a sacar. Esta no, esta, no, esta tampoco, esta no, Esta no… Fue tirando al suelo todas menos la marrón llena de barro y pajas.
-
¡Oiga, que me ha dejado usted sin setas!
-
Yo le he dicho las que yo me comería. Usted puede hacer lo que quiera. Yo no le digo que las del suelo sean malas. Pero en mi casa no entrarían.
Manuela, pensó que mucho trabajo, mucho madrugón y mucha caminata para solo una seta. Y las del suelo tenían una pinta excelente. Con sus tonos anaranjados y rojizos. ¡No podían ser malas!
…
Tres días después La Voz de Castilla publicaba que había ingresado en la UVI, una señora por ingestión de setas venenosas. En su casa habían encontrado en la basura, un boletus aereus y en la encimera un par de amanitas muscaria y un boletus de Satanás.
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En esta guerra en la que las trincheras son el sofá y las balas los medios de incomunicación, adoctrinamiento, adormecimiento y propaganda del pensamiento único, nada es lo que parece y la ética, la moral y los valores cívicos se han vuelto metralla.
El pensamiento fascista ha sido inoculado en nuestra sociedad a través de esos medios. Si reclamas la injusticia de que metan en la cárcel a unos actores por una obra de marionetas, estás a favor del terrorismo de ETA. Si defiendes que Otegui estuvo encarcelado como preso político porque no pudieron probar que militara en la banda terrorista (y si ellos, con sus medios no pudieron probarlo, lo normal es que no fuera) también eres ETA. Si recuerdas que hubo un presidente bajo cuyo mandato se enterraron a PESONAS (inocentes, para más escándalo), confundidas con terroristas, en cal viva, eres un desgraciado que quiere remover el pasado, si recuerdas que sigue habiendo miles de españoles enterrados en fosas comunes junto a una cuneta, también eres un desgraciado terrorista. Pero si no condenas el fascismo, el franquismo, el nazismo, entonces eres muy responsable y cabal porque hay que olvidad el pasado. Un pasado te abre las puertas de la decencia y el otro el del terrorismo. Uno te hace héroe y el otro terrorista. Todo ello bajo el prisma de la democracia en la que votar directamente es malo y decidir por ti mismo es cosa de antisistemas.
Esta es una guerra mundial con batallas locales. Como digo, la trinchera es el sofá, la calle, el trabajo, allá donde puedan hacerte callar con el pensamiento único, allá donde la verdad que se defiende es la que sale en la tele. En Estados Unidos, se presenta a las elecciones con posibilidad de ganarla, un tipo misógino, fascista, homófobo, sexista, intolerante, indecente, analfabeto cultural,… que quiere levantar muros contra la inmigración y lo más delirante es que puede salir elegido con los votos de los inmigrantes hispanos.
En la UE, se permiten los muros de la vergüenza. Se impide el acogimiento humanitario de cientos de miles de desplazados, a los que se les niega el carácter de refugiados, que huyen de una guerra cuyos culpables son los que manejan las políticas nacionales, principales intermediarios en las ventas de armas. Se suspende la libertad de movimientos entre países. La los hijos de la Gran Bretaña, se les permite estar, sin que tengan que cumplir los mínimos democráticos de la decencia de la igualdad y del acceso a la sanidad, la educación y los derechos laborales. Durante años se negaba la entrada a estados porque no eran democráticos y ahora se ejercen políticas fascistas como el que bebe un vaso de agua.
Estamos perdiendo la batalla por incosciencia, por desconocimiento y por que la propaganda no nos deja pensar. Estamos en pleno bosque vietnamita donde la televisión es el altavoz desde el que se lanzan consignas de atolondramiento y decaimiento general.
Setenta años después de derrotado el nazismo, Goebbels trabaja para todos nuestros gobiernos. Setenta años de acabada la segunda guerra mundial, el fascismo va ganando la batalla y va imponiendo sus mantras y aseveraciones. Setenta años después de la lucha por la libertad, nos están cambiando la nuestra, tornillo a tornillo, clavo a clavo para que, cuando despertemos y seamos conscientes de que este puente, ya no es el puente de la libertad, no podamos hacer nada.
Franco, Hitler y Moussolini, están gobernando Europa y pueden gobernar el mundo.